- Te juro Edelmiro que fue así, cosanocrer… El amigo apura
el último sorbo de café con el sabor único que para algunos da un toque de
borra arenosa. Y así. Resulta que fue fiscal por el Frente para la Victoria en
las PASO porteñas y contaba esas anécdotas que, en rueda de amigos y más si son
militantes, trae otra y otra y otra hasta la del estribo y todos nos vamos a
casa.
Y sigue… -La minita que iba por la Michetti se me acerca y
con la boca a un costado me dice bajito “yo soy del proyecto nacional, pero estoy
acá haciéndole la gamba a una amiga”. Quedo sin palabras, la miro y me lo
repite como para convencerme y sonó a excusa, qué querés que te diga. Encima,
al rato un fulano que calculo era del pelado, un fulano conurbano conurbano
peinado a la cachetada, bueno se acerca también y suelta “yo vengo por la
plata”.
El amigo hace gesto de agarrarse la cabeza pero no se la
agarra. No dice (somos algunos y no conoce a todos) que cuando el quía ese le
preguntó a él lo miró muy por encima del hombro, se puso la porteñada encima y
le espetó un “yo tengo plata, no necesito”. Pero qué tipo cruel.
Repitiendo esto que pasó en charla de café, la verdad es que
no da para pontificar y generalizar diciendo que el PRO pagó a sus fiscales
porque no tiene militancia. Pero algo de eso hay. Otro de los que estaban en la
rueda de esa noche se contó una ya de maldad con eso de que sabía que a los
macristas les pagaban entre trescientos y quinientos mangos. Va al fiscal
amarillo que tenía a mano y le dice - Hablando con tu compañero de la mesa de
allá, me cuenta que a él le pagaron seiscientos, che. Y se armó un pequeño
quilombo. Tipo mentiroso y quilombrero. Se reía de su picardía y los amigos
claro, lo festejaron.
La gente necesita. Está bien, hace rato que se anda pagando
el servicio de ser fiscal aunque la verdad es una mala costumbre. Me gustan las
agrupaciones que se guardan la guita que se les baja para la orga y le dan al
compañero que realmente necesitaba para aguantar el día y por ahí anda sin
laburo bueno, eso es otra cosa. La cuestión que quería tocar es esto de no
tener militancia, o de tener muy poca.
Usté vió que en cada mesa había un fiscal del FpV, y uno o
los dos del PRO (que a veces eran esos radicales del barrio que uno conoce de
todas las elecciones y otras veces estos niños perdidos). Después está el
ciclón de la izquierda que va haciendo remolinos y visita cuartos oscuros de
hora en hora y con suerte está alguno para el escrutiño. Pobres, tienen como
ciento cincuenta escuelas por militante, pero lo bueno es que tienen
militantes.
La novedad novedosa es la manera de poner muñecos en las
mesas multicolores que reparten globos y se comportan de la misma manera en la
mesa de la votación. A lo largo del día como que terminan dando un poco de
piedad, pero muestran la hilacha del oportunismo ni bien uno les convida con un
alfajor.
Y ganan. Ganan plata ellos y sus jefes elecciones. La
militancia no define, es cierto, pero es el único método infalible para estar
en contacto con la gente (antes llamado “pueblo”). Y a eso no hay con qué
darle. Aunque no de el resultado inmediato o mediato que uno necesita, la
receta sigue siendo válida.
Porque algún día, la vamos a pegar con Buenos Aires. Y la
vamos a pegar porque esta derecha, centroderecha, cross de derecha, como sea, pasará.
Son los aires de época, modas, deseos ocultos que se expresan, satisfacciones
de necesidades subyacentes… y léase la nota del sicólogo que está muy antes,
búsquela no sea remolón. Los tiempos van a cambiar y nos van a escuchar, eso
siempre y cuando les digamos lo mismo.
Que la Ciudad autónoma lo es porque forma parte de un
Proyecto de Nación. Que debe ser socialmente inclusiva y para eso tiene que ser
socialmente justa. Que el progreso y relativo bienestar tiene que ver sobre
todo con un “viento de cola” (y lo voy a decir así) que es Nacional. Porque
nadie se realiza en una comunidad que no se realiza. Por más que se rompa el
culo. Que no es un animal ni un facho por votar de costado y a la derecha, pero
que hay que pensar más allá y hay ideas muy pensadas como para pensarlo. Y las
tenemos nosotros. Que les fallamos muchas veces porque no les alcanzamos,
porque no los convencimos y que convencerlos es nuestro deber. Que lo vamos a
seguir intentando hasta que finalmente salga.
Y les decimos que se dejan llevar por medidas “cosméticas”…
¿alguno se puso a pensar lo que le gustan a mucha gente los cosméticos? Conozco
alguna (podría ser alguno también pero no lo conozco) cuya fantasía delictiva
es saquear un puesto de esos de pintalabios que abrió Farmacity. Los cosméticos
no son boludeses ni tapan la realidad, sólo la hacen más agradable y no está
mal. ¿Acaso creemos verdaderamente que a la gente le gusta más el metrobús que
un buen subte? No, pero les proponen metrobús y se lo toman. Propongámosle
subte hasta el cansancio. Va a ver que al final se cansan. Tómelo como un
ejemplo.
Los procesos de la gente suelen ser más complicados y más
largos que las necesidades de una elección y hay que saber tener paciencia si
se piensa que se hace todo lo que se puede. Siempre algún compañero piensa que
se puede más o de otra manera. Bien, ya habrá tiempo para esa charla.
Pero yo le aseguro (y me aseguro) que se podrá.
Edelmiro F.
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